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Nunca debería de haber empezado a contestar sus preguntas, que bien podría haber ignorado. Pero... había algo en ella que me decia que debía contarle todo... que así, algo podría cambiar, por una vez tras tantos años en la metamorfosis incesante del mundo, para bien.
Soporté once preguntas. Pero, a la duodécima, en ez de interrogarme mediante palabras, me miró, fijamente, como gritando: " ¡Estoy aquí! ¿Es que no me ves? ¡Dime alguna razón por la cual te esté escuchando!". En ese momento, levanté la mirada, levanté la cabeza, sacudí la cabeza, y, con rostro indiferente, respondí:
- ¿De veras que queréis saber todo eso ? No creo que os cause ningún bien. Vos ya estáis lo suficiente torturada, ¿no creéis?
Ella, decidida, asintió. Que humana más molesta.
- Como quieras -tomé aire, sabiendo que no solo le costaría a ella escucharme:
Nací quince años antes de el fin de la Revolución Francesa, es decir, en 1774. Ni recuerdo ni quiero recordar cómo me llamaba. Sólo sé que era una burguesa, a la que mataron el 4 de agosto, junto con el resto de feudales, nobles... no sé qué hacía allí, mas... al llegar, un hombre se me acercó, y me ató de pies y manos. Me sacó de allí, mientras yo por poco me ahogaba, gracias a las ligaduras que raspaban mi patéticamente deliacada piel.
Veía, desde aquel carro de presas en el que nos trasportaban, como fuera todo eran fuego, cenizas, sangre y muerte. Más mujeres estaban allí, apretujadas y sin apenas unos pocos retales de tela que antes habían sido su ropa. La gran mayoría lloraban, gritaban, se golpeaban contra la pared del carromato, intentando acabar con aquel sufrimiento. Fuera podíamos oír como los caballos trotaban, la gente cantaba, apagando nuestros gritos de desesperanza.
Tras un horrible trayecto, nos metieron, a media noche, en un establo. Entraron decenas de hombres, y cerraron bien las puertas. Ya puedes imaginar lo que ocurrió después. Ninguna de nosotras pudo liberarse. A media " sesión " más o menos, entró un "joven", pálido, hermoso y de mirada indiferente. Parecía deleitarse con nuestro sufrimiento. Cuando estaba tirada en aquella repugnante cuadra, aquel personaje se me acercó y me incorporó. Me miró a los ojos, y esbozó una fría sonrisa. Entonces, me sujetó, y de un solo salto, ya salíamos por la ventana del granero.
Me llevó hasta un oscuro bosque, y yuo ya me temía lo que creía hasta entonces lo peor.
Me mordió en muñecas, tobillos y finalmente en cuello. Entonces, se hizo un pequeño corte en el suyo, y pasó exactamente once gotas hasta aquellas heridas sangrantes.
Me ardían las venas, sentía como se incendiaban, al igual que aquellos antiguos palacios que veía a lo lejos. Agonizaba, gritaba, lloraba.
Mi sufrimiento acabó al mismo tiempo que se apagaron, gracias a una tormenta casi eléctrica que asoló el país, las llamas de mi antiguo hogar.
Pasada una semana desde ese momento, el pálido joven desapareció. Después de tanto sufrimiento, mi mente bloqueó algunos datos superfluos, como mi nombre. Desde entonces me llamé a mí misma Scarlett.
Intenté morir.Tantas veces lo intenté que me pasé medio año en el fondo de un río. Mas nada me hacía daño. Finalmente, me fui "adaptando" a cada una de las décadas que pasaban, de los siglos. Vi miles y miles de actos que nadie ha querido narrar. Y ahora... ahora tú lo estás reviviendo todo... y no sé por qué. ¡Me he topado con muchos más como tú, pero no de esta forma!
